DECÁLOGO DE UN GENIO - CRUYFF

El siguiente es el decálogo que, con los apuntes de Carles Rexach, aplicó Cruyff para triunfar asu llegada en 1988.

1. Orden. Hay que ordenar un club desordenado en la cancha y en los despachos. No puede ser que todo el mundo opine de todo y haga de todo. Conviene delimitar las funciones y después pedir responsabilidades: si a un portero se le dice que su misión es controlar una puerta y no debe dejar entrar a nadie, hay que exigirle que no pase nadie y no preguntarle nada más. Una faena, pero bien hecha. Los directivos deben estar en los despachos, los jugadores en el vestuario y los técnicos en su
camerino. Habrá, eso sí, un punto de encuentro, y los canales de comunicación oportunos, pero para que uno no invada la parcela del otro es preciso llamar a la puerta. No hay nada más insultante para un futbolista que un dirigente le sermonee junto a la taquilla en presencia de todo el colectivo. La gente debe saber que en un sitio están los jefes y en el otro los indios.

2. Optimismo. Hay que hablar claro. Puede que Cruyff sea el entrenador que peor habla, pero es también aquel al que mejor se le entiende. La facilidad de comunicación del cuerpo técnico debe servir para difundir un mensaje de optimismo. Hay que acabar con el fatalismo, transmitir seguridad y calentar a la hinchada.

3. Sentido de equipo. Cada uno puede pensar lo que quiera cuando sea una cuestión personal, pero hay que unificar criterios al tratar del colectivo. Era necesario dignificar la palabra equipo, y para ello hay que acabar con los clanes del vestuario y concienciar a los jugadores de que trabajaban para un fin común. No basta con decir que eres un equipo, sino que debes serlo dentro y fuera del campo. El partido del domingo no es más que la expresión del comportamiento seguido durante las seis jornadas laborales precedentes. Hay que estar por la labor. El sentido de equipo se adquiere sólo cuando los individuos van abandonando el vestuario y el conjunto se va renovando, sin que la afición, la gente ni nadie se dé cuenta.
4. Liberación. Hay que liberar al equipo de cualquier presión y responsabilidad. Mejor: el jugador no debe tener miedo a perder por lo que pueda decir la gente, sino por lo que le dirá el técnico. El carisma del entrenador (Cruyff) permite absorber ese entorno malicioso. No se tiene que ser, sin embargo, dictatorial, sino que cuando uno sea consciente de que el futbolista ya no tiene ningún temor, hay que delegar responsabilidades, y el jugador lo agradecerá.

5. Colaboración. Hay que establecer una relación fluida entre la plantilla, los técnicos y los medios de comunicación. Son parcelas difíciles de llevar, pero el éxito depende muchas veces de la comprensión entre estas tres partes tan diferenciadas.

6. Espectáculo. Hay que acabar con el cemento de la grada. La única solución es proponer unfútbol alegre y divertido, montar un espectáculo. Hay que reír en lugar de llorar. Intentar jugar siempre bien al fútbol. Divertirse con el partido. Y para ello lo que se necesitan son, como se dice en el argot, 11 Pelés.
7. Autoridad. Si no quieres estrellarte como cualquier entrenador, hay que dominar el gallinero. Para ser técnico del Barcelona es más importante saber llevar a un colectivo de cracks que corregir un partido sobre la cancha. Un equipo funciona sólo cuando jugador se convence de que lo que debe hacer es lo mejor. Hay que tener ascendiente sobre colectivo, seducir y convencer. Es necesario aprovechar la imagen de ídolo que tiene el técnico entre los jugadores. Rexach explica: “Un ejemplo: Cruyff dice hoy: ‘Vamos a hacer un rondo con un balón de rugby’. La cosa no funciona y resulta que el más atrevido del grupo pregunta a Johann: ‘Oiga!, ¿por qué nos entrenamos con un balón ovalado si el fútbol se juega con un cuero redondo?’. Y Cruyff contesta: ‘Porque quiero que tengáis poder de reacción ante una pelota sin control’. Eso lo dice Cruyff y te convences, tiene su lógica, pero lo cuenta otro técnico y al día siguiente está en la calle”.

8. Seguridad. Hay que convencer a cada uno de que lo que hace es lo mejor para él, para sus compañeros y para el patrón. La meta es repartir el abecé del fútbol a cada jugador. Ejemplo: “Usted, que es un interior, debe hacer esto y no hacer lo otro, y nada más”. Una vez que se aprende lo que debe hacer un interior, puedes pensar en otras variantes. Y cuando no funciona, hay que volver al abecé. Lo principal es tener unas normas. Es labor de los técnicos saber qué quieres hacer y después encontrar quién lo puede hacer. Sólo hay que solicitar al jugador lo que sabe hacer y nada más. Pedir su calidad. El futbolista debe tener confianza en loque hace. Es preferible que a un defensa le roben el balón por querer hacer un regate, por un exceso de confianza, que por una pifia, por un error provocado por el miedo a fallar.

9. Fidelidad. Todo el equipo, tanto técnico como futbolístico, debe comulgar con la misma ideay abrir los canales suficientes para que cuando se produzcan desajustes puedan solventarse. El capitán debe ser en el campo la expresión del entrenador y en el vestuario el punto de referencia de sus compañeros. Hay futbolistas que son tímidos, que tienen miedo a llamar a la puerta del camerino del técnico, y les resulta más fácil solicitar la mediación del capitán. Es muy importante para el entrenador saber lo que pasa, y lo antes posible. En el momento en queel credo futbolístico se impone en la plantilla profesional, debes expandirlo a todos los equipos inferiores. Hay que crear un estilo de juego y un estilo de vida de acuerdo con la esencia del club, y por ser un club grande hay que motivar y exigir siempre.

10. Dedicación. El futbolista debe pensar sólo en el fútbol; no por obligación, sino por diversión. Hay que rodear el entorno de diversión —entrenamientos divertidos, comunicación fluida...— y, sobre todo, divertirse jugando. En el momento en que sufres, cuando pides la hora, cuando piensas en llegar a casa..., entonces no puedes jugar en este equipo, porque no jugarás bien. Los entrenadores deben predicar con el ejemplo: jugar a fútbol, estar en el campo, en el rondo, y enseñar... No hay nada mejor que el hecho de que el técnico juegue al lado del futbolista, pare el juego, corrija, comente. Y Rexach concluye: “Una palabra de Cruyff en un rondo vale más que 100 horas de charla y pizarra”.